sábado, 12 de diciembre de 2009

la luz de la luna

Mi historia no guarda ningún misterio. Solo guarda un error, un terrible error.


Un mes antes de mi boda, mi novia había reservado una casita rural, y como yo sabía que iba a salir tarde le dije que no me esperará que se adelantara ella, para que tuviera que esperarme.


Sabía que tenía pensado prepararme una sorpresa.


La sorpresa se la di yo, pero eso es adelantarme a los acontecimientos.


Mientras conducía por la carretera rodeada de arboles, la luna llena comenzó a iluminar las copas de los árboles. Yo me distraje pensando en lo perfecto que iba a ser ese fin de semana, sin teléfonos, sin televisión, con la posibilidad de sentarnos los dos juntos a ver las estrellas.


Como se puede entender me distraje, y de la distracción me sacó un golpe seco en el parachoques del coche seguido de un impacto contra el parabrisas.


Me quedé congelado con el pie clavado en el freno, sin poder mover las manos del volante, con el corazón a punto de saltar de su sitio. No sabía qué hacer.


La lógica se impuso al miedo, miedo que me incitaba a quedarme sentado en el coche y proseguir mi camino, miedo que decía que solo había sido un animal. En ese momento no sabía que había impactado contra mi coche, y mi miedo quería convencerme de que no había sido nadie que paseara por la noche.


Al cabo de unos minutos me bajé del coche, linterna en mano, y me dirigí hacia la parte trasera a ver qué era lo que acababa de atropellar. Afortunadamente era un lobo, el temblor generalizado que me había acompañado hasta el maletero de mi coche se paró. Había tenido la desgracia de atropellar a un lobo.


Respirando aliviado cogí el móvil para llamar a mi novia, sin recordar que ella no tendría cobertura, para que supiera que me iba a retrasar. Ese fue el preciso instante en el que el moribundo animal me dio una dentellada en el brazo derecho.


Instintivamente lancé un golpe con la linterna, pero el animal logró esquivarlo y antes de que yo pudiera hacer más desapareció por donde había salido.


Con el susto clavado hasta los huesos, y un dolor palpitante en el brazo, seguí conduciendo hasta llegar a la casa donde me estaba esperando mi futura esposa.


Me estaba esperando sentada junto a la chimenea, tapada con una manta nada más, dejando al descubierto su desnuda espalda.


Cuando se volvió a mirarme su cara pasó de la sonrisa al terror por ver mi ensangrentado chaleco reflectante alrededor de mi brazo.


El fin de semana romántico se había cancelado, tras hacerme una cura rápida en la herida, cogimos el coche y de vuelta a la ciudad. Por mucho que le dijera que podía esperar no me hizo ni caso. El fin de semana romántico acabó en una visita al hospital.


El tiempo fue pasando y llegó el día de la boda, el día más feliz de mi vida.


Allí estaba yo esperándola delante de toda la familia, como siempre la novia tiene que hacerse esperar, y a mí la espera me estaba matando. Quería unir nuestras vidas para siempre y cada segundo que pasaba se me hacía eterno.


De pronto una nota del piano me hizo girar la cabeza. Era la señal de que ella estaba a punto de llegar.


Las puertas se abrieron y allí estaba ella, con su vestido blanco. Estaba preciosa.


Todo salía a la perfección, hubo lágrimas, risas.
La fiesta estaba saliendo perfecta.


Habíamos decidido que esa noche dormiríamos en casa, nada de hoteles caros ni cosas de esas, queríamos dormir en casa para estar tranquilos. Pero la tranquilidad duró lo que tardé en abrir la puerta de casa.


Parecía que nos habían atracado, todo estaba revuelto y sucio. Nuestra cara era un poema. De pronto empecé a oír risas por la escalera. Eran nuestros amigos que nos la habían liado, la broma que siempre habían hecho se había repetido el día de mi boda.


Entraron y empezaron a enseñarnos todos los destrozos que habían hecho.


Fue en ese preciso momento cuando noté que algo iba realmente mal.
No sé cómo explicarlo porque solo recuerdo el dolor que me estremeció y me hizo caer al suelo.


Todos me rodearon intentando averiguar qué pasaba, pero de mi garganta solo salían gruñidos. Sé que de pronto empezaron a alejarse de mí.


Lo que pasó esa noche lo tengo grabado a fuego en la memoria, pero no porque lo recuerde, porque un amigo trajo su cámara y pude ver lo que había grabado. Lo que había pasado me cambió para siempre.


Me convertí en algo que se supone que no existe, en algo que se supone solo existe en las leyendas populares y en las películas.


Sé que no puedes creerlo, yo tampoco pude, pero soy un hombre lobo. Y transformado los maté a todos. Fui el único que salió de esa casa con vida.


Si no puedes creerlo, mañana por la mañana hablaremos si tras ver por detrás del cristal reforzado te siguen quedando ganas de trabajar aquí.


Hoy como esa noche hay luna llena y por eso me están atando con estas cadenas, son de plata. Me mantienen atado y bajo control. Así no me escapo mientras siguen investigando conmigo.


Ahora, aléjate de mi y deja que me traigan el ganado, porque empiezas a oler realmente apetitosa.

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