lunes, 27 de julio de 2009

no pude resistirme

No pude resistirme, pensé en empezar así mi declaración, no como justificación ni nada por el estilo, si no como intento de racionalizar lo que acababa de hacer.
El caso es que esa era la verdad, al verlo tendido en el suelo no pude resistir el darle su propia medicina, esa que me aplicó sin ningún miramiento mientras yo estaba en el suelo inconsciente.

Cuando le vi mi reacción fue totalmente ilógica pero le di una patada en el estomago. Y la satisfacción que recorrió mi cuerpo me hizo enloquecer.
El placentero sabor de la venganza invadió cada uno de mis sentidos y la locura cegó mi cordura.

El caso es que comencé a golpearle más y más duro. Incluso me agache para darle unos cuantos puñetazos en su cara de chulo. Las ganas de deformarle su rostro crecían con cada impacto de mis nudillos sobre su cara.

Sus lágrimas de cocodrilo me recordaban a las lagrimas que la rabia me hizo verter mientras aguardaba en una solitaria sala de urgencias.

Disfruté cada uno de los golpes. Cada uno de ellos me hacía recuperar parte de mi serenidad aunque a ojos de cualquiera mis actos pudieran ser tachados de irracionales.

Seguro que un psicólogo se volvería loco por psicoanalizarme, pero no hay mucho que hacer, reconoceré mi culpa. Acarrearé con las consecuencias de mis actos. No como él, que se atrevió a proclamar que le debería pagar el pantalón que le manche con mi sangre.

Sangre que el derramó pateándome la cara. Sangre que llegó a su pantalón gracias a sus golpes.

Lo que no recuerdo bien es en que momento perdí el control de mis actos y le propiné el golpe que le quitó la vida. Ese momento ha desaparecido de mi mente. Por más que he intentado buscarlo, esquiva cada uno de mis intentos por encontrarle e intentar aportar luz a ese pasaje oscuro de mi memoria.

Mi abogado me ha pedido que no diga ni una sola de las palabras que acaban de pasar por mi mente. Pero mis padres me enseñaron que hay que pagar las consecuencias de nuestros actos y yo, a pesar de no saber a ciencia cierta como lo hice, sé que lo hice y debo pagar.

El juez acaba de entrar y nos hemos puesto de pie. Con un golpe del mazo nos ha pedido que nos sentemos. Que ha vista de los hechos no va a haber juicio y que dictará sentencia directamente.

Mi abogado intenta protestar pero el juez le fulmina con la mirada.

El juez me mira con cara de odio. Está preparado para mandar mis huesos a pudrirse a una prisión. Es lo justo.

En el preciso momento en que abre la boca, yo me despierto entre sudores fríos, intento ubicarme y me encuentro en mi habitación, en mi casa.

Todo ha sido un sueño, todo salvo la paliza que he recibido, todo salvo las marcas que tengo.

Al menos no me he rebajado a su nivel.

1 comentario:

Luzmirc dijo...

Me a gustado muchooooo
Que bien escribess.

 
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