lunes, 14 de julio de 2008

pasando pagina (1 de 2)

Las gotas de lluvia resbalaban por su rostro. Era una noche oscura y él permanecía inmóvil en la desierta parada de autobús. No sabía el tiempo que llevaba allí esperando a un autobús que no había pasado cuando debería.

Había visto pasar infinidad de coches, varios de ellos eran taxis, pero no tenía dinero suficiente para pagar la carrera, y sabía que allí donde se dirigía no le iban a prestar el dinero para pagar el medio de transporte.

El móvil de última generación llevaba varios días sin batería en su bolsillo. Había tratado de recargarlo por todos los medios pero nadie le hizo el favor de prestarle un cargador. Su apariencia era un reclamo para llamar a la policía para que le detuvieran, quizás esa opción hubiera sido la más adecuada para arreglar la situación en la que se había visto envuelto.

Todo comenzó hace una semana. En su propia limusina. De camino a su despacho, situado en el piso más alto de un lujoso rascacielos. Todos estaban preparados para una importantísima reunión en la que se decidía el futuro de una de las divisiones de su empresa.

Dicha división estaba sumida en una profunda crisis, provocada por continuos rumores de malversación de fondos. Y él no estaba dispuesto de que eso empañara el buen nombre
que tanto le había costado dar a su empresa.

Sus amigos le describían como un visionario, que había heredado una importante empresa dirigida por su padre con mano de hierro y sin escrúpulos. Él se había encargado de, en menos de tres años, cambiar por completo la política de la misma. Había aplicado una serie de medidas destinadas a mejorar la competitividad de la empresa sin dar la espalda a la conservación del medio ambiente, y por supuesto a sus empleados.

Estas medidas hicieron tambalearse a la empresa, las acciones cayeron a un valor paupérrimo, lo que aprovechó, en una maniobra tildada de maestra, para comprar la casi totalidad de los títulos y hacerse con más del 90% del capital.

Todo el mundo le envidió cuando tras dos años de incertidumbre sobre la viabilidad de sus cambios, presentó unos beneficios astronómicos. Y su plan de expansión de cara al futuro. Los sectores más críticos le respondieron con frases del tipo de: “quien mucho abarca poco aprieta”.
Y la verdad es que, aparentemente, se equivocaron.

Aparentemente porque de cara a la reunión que tenía preparada sus enemigos habían tejido un plan para sacarle de circulación y que no pudiera corregir los errores que iban a llevar a la liquidación de la división que había actuado fuera de los marcado por su política empresarial.
La malversación de fondos era lo mínimo que se había hecho a sus espaldas. La división dedicada a la robótica con fines médicos había estado desviando parte de su producción al mercado negro. Lo que nadie sabía es que él había estado al tanto casi desde el principio de la operación.

Sólo cuando estuvo seguro de quienes eran los responsables de esos hechos se decidió a actuar. El dinero invertido en descubrir toda la operación encubierta se vería recuperado con la revalorización que las acciones de su empresa experimentarían al ver el ejemplo dado ante unos hechos tan graves.

Lo que él no sabía es que sus enemigos también habían movido ficha. Habían sobornado a su chofer para que se retrasará todo lo posible una vez hubiera entrado en el parking, lo que haría que su móvil perdiera la cobertura. Quitándole así cualquier opción de comunicarse. Allí todo
estaría preparado. Le dejarían inconsciente con gas somnífero para poder transportarle lo más lejos posible. Claro que el opuso resistencia. Se cubrió la cara con un pañuelo y al primer secuestrador que se acercó le partió el cuello al propinarle una patada y hacerlo chocar contra una columna. Pero nada pudo hacer contra el segundo. Antes de cerrar los ojos miró a su chofer, quien pensaba que iba a salirse de rositas, justo en el momento en el que una bala atravesaba su cabeza.

No recordaba mucho. La mayor parte de los días los pasaba inconsciente, con pocos ratos despierto. En el que dos personas se encargaban de alimentarle. Lo que si tenía claro es que un día se despertó antes de lo que debería, encontrándose solo en una pequeña habitación. Que justo en el momento en que oyó girar la cerradura, cerró los ojos y oyó a dos personas comentar su situación. Que como la reunión se había aplazado, que el FBI no tenía ningún tipo de pista, que la investigación estaba abierta. Se vanagloriaban de cómo lo habían hecho. Le insultaron, pensando que estaría dormido.

En ese momento fue consciente de que su fin se acercaba, que le matarían en breve. Este pensamiento fue alimentado por la certeza de que los hombres que iba a despedir y entregar a la justicia eran parte del grupo que en su ausencia tomarían las riendas de la empresa.

No lo dudó ni un instante en el momento que notó a las dos personas cogerle de los brazos para incorporarle para su correspondiente comida y anestesia. Dejó caer su cabeza como si estuviera inconsciente y entreabrió los ojos para ver que le habían preparado. En la mesa descubrió la
jeringuilla completamente llena, por lo que intuyó que le matarían con una sobredosis de cualquier sustancia. Junto a la jeringuilla estaban los cubiertos con los que le daban de comer. Cuando estuvo lo suficientemente cerca cogió el tenedor y se lo clavo a uno de sus apresadores, dándole el tiempo suficiente para inyectarle el líquido al otro. Naturalmente estaban armados, por lo que cogió la pistola que uno de ellos tenía y se acercó a la puerta. Antes de abrirla comprobó si tenía toda su documentación. Y así era, por lo que la certeza de que le iban a matar cobró fuerza.

Según lo que había podido deducir llevaba solo tres días libre, y había pasado una semana y medio desde su desaparición. No había ninguna noticia de su secuestro. La junta directiva de su empresa dio un falso comunicado de prensa, que le situaba en las instalaciones que la empresa
tenía en un país africano, realizando una revisión de urgencia de las instalaciones tras una pequeña crisis de seguridad.

Lo que la junta de la empresa no se podía imaginar es que el hombre al que habían intentado quitar de en medio estaba de camino hacia sus oficinas. Con la única finalidad de dar carpetazo a la situación que lo había llevado hasta una pequeña ciudad en medio de la nada.

La distancia era la suficiente como para no poder pagar un taxi sin hacer uso de la tarjeta de crédito y dar la alarma sobre su paradero. Pensaba que sus enemigos ya sabrían de su liberación y no podía permitirse el lujo de descubrir su paradero.

El autobús llevaba ya dos horas de retraso y la fuerte lluvia no había amainado.

Empapado como estaba solo quería meterse en el autobús y llegar a su oficina, para poder pasar página. Para enderezar a su empresa que se estaba tambaleando. No había dejado ningún empleado de confianza al cargo de la empresa por lo que sabía que quienes controlaban el 10% del capital iban a intentar llevar a cabo sus planes amparados por su ausencia y la falta de una cabeza visible.

Las imágenes de su empresa relacionada con el mercado negro de las armas le provocaban nauseas. Y le horrorizaba la idea de no saber si iba a poder solucionar la situación.

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