miércoles, 11 de junio de 2008

fantasma

Allí estaba sentado sobre su cama, solo iluminado por la luz de la luna que entraba por su ventana, como desde cada noche de la última semana.

Desde que su gato había desaparecido.

Sus padres le dijeron que no se preocupara que ya vería aparecería. Que siempre lo hacía por la misma época cada año, y siempre acababa volviendo.

Pero él sabía la verdad, su gato no iba a volver. De hecho había soñado con el momento exacto de su muerte. Lo vio en sueños correr por la carretera hacia la casa y vio como su cabeza se aplastaba bajo el peso de la rueda de un chevrolet.

Su gato no iba a volver y eso era lo peor que le podía ocurrir a esas alturas. Llevaba un par de meses capeando el temporal con la ayuda de su mascota.

Desde hace dos meses algo se aparecía en su habitación pero no podía acercarse a él. Le oía maldecir al minino. Pero éste imperterrito ni se movía de la cama. Solo lo hacía para bufar al vacío. Las dos primeras noches se asustó por el repentino enfado del animal, pero enseguida comprendió lo que hacía, le estaba protegiendo de la presencia que notaba.

Esa noche, como las seis anteriores, Bill no podía dormir, no podía permitirse el lujo después de lo que paso la primera noche sin el animal velándole en sueños.

Esa primera noche pudo acercarse a la cama. Y pudo tocar al muchacho. Lo suficiente como para quemarle el brazo nada más tocarlo. Nada más sentir la punzada del dolor se despertó e intentó gritar, pero de su garganta no salía nada más que el aire que había respirado.

A la mañana siguiente tuvo que lidiar con sus padres, que como se figuraba no iban a creerse nada de lo sucedido. Decidió callar y fingir un accidente en el laboratorio de ciencias, con el que poder dar una explicación verosímil a sus padres.

Dejando a sus padres perplejos por haber escondido la quemadura, salió de casa hacía el colegio. Pero no llego a él, de camino se encontró con una tienda de parapsicología y, aunque no espero encontrar solución alguna a su problema, decidió entrar.

Nada más entrar en la tienda el olor a quemadores de esencias le hizo sentir un mareo que casi le hace caer al suelo. Pero una señora muy vieja se le acercó y mirándole a los ojos le dijo: “Demasiado joven para cargar con el peso que llevas, pasa que trataré de aliviar tu carga”.
Se lo llevó a su despacho en la trastienda y comenzó a hablar en un idioma que Bill no terminó de entender. La mujer comenzó a lanzar gotas de un misterioso líquido a Bill que no trató de esquivarlas.

El muchacho se quedo quieto y la mujer siguió con el ritual. En ningún momento dijo algo que Bill pudiera llegar a entender, ni dejo de mojarle con aquel líquido.

Cuando Bill ya pensaba que aquello se iba a eternizar le dijo al muchacho que ya podía irse, pero que tenía que hablar con sus padres, decirles la verdad e intentar marcharse de esa casa cuanto antes. Que si no lo hacían el dolor se apoderaría de sus vidas. Bill la miró con cara de saber las consecuencias de desobedecer ese aviso y con expresión de que sus padres no le iban a creer.
La mujer le dijo que ella en persona se lo explicaría a sus padres.

Le acompaño a la salida, Bill se alejo de la tienda camino al instituto cuando se volvió a mirar hacia la anciana que no había dejado de mirarle con cara de preocupación. En ese mismo momento vio a la figura nítidamente al lado de la puerta de la tienda.

Eso solo podía suponer que algo realmente malo iba a pasar y así fue. La tienda explotó envolviendo a la mujer en llamas.

Bill vio claro como la luz del día. Lo que cada noche le visitaba había ido a por él y no iba a permitir que nada se interpusiera en su camino.

La segunda noche fue igual que la primera, y saldo con otra zona del cuerpo del muchacho quemada.

Y así hasta esta noche. Noche en la que había tomado la determinación de poner fin a sus encuentros.

Uno de los dos tendría que ceder. Y tenía muy claro que no iba a ser él.

Llevaba ya dos horas acurrucado sobre su cama esperando a su visitante. No podría demorarse más. Y así fue. Bajo la luz que entraba vio la manga de una chaqueta. Era él, lo sabía.

Bill encontró fuerzas para poder hablar y le preguntó que quería. Una voz muy grave le preguntó que saldar una deuda. El muchacho le respondió que no sabía de que hablaba y la voz le respondió que si que lo sabía, que hacía dos meses había hecho algo de lo que debía haberse arrepentido y no lo había hecho.

Su tez se volvió blanca por momentos, mientras su mente retrocedía dos meses en el tiempo.
Allí estaba con sus amigos, Bill se había quedado rezagado, y cuando llegó se escandalizó por lo que sus amigos estaban haciendo. El muchacho volvió en sí para hablar con la presencia e intentar decirle que el no había tenido nada que ver con lo ocurrido.

La presencia lanzó una sonora carcajada que inundó toda la habitación. Acercándose al muchacho le espetó que si que tuvo que ver, ya que en ningún momento pidió a sus amigos que pararan. Sollozando, el muchacho, respondió que por mucho que lo hubiera intentado no le habrían escuchado, y corrió de allí por miedo a que la tomaran con él por no participar en lo que estaban haciendo.

Le continuo diciendo que se arrepentía mucho de todo lo que había pasado y le hizo ademán de mostrarle algo. El fantasma se irguió y agarro al muchacho quemándole en el acto.
El destino del muchacho estaba sellado y no había vuelta atrás. El fantasma le levantó en el aire, la muñeca por la que le estaba agarrando desprendía un desagradable olor, pero lo peor estaba por llegar.

Bill, ahora le podía ver la cara, y los ojos del fantasma le miraban fijamente. Entonces le habló con una voz muy profunda argumentando que no se arrepentía de nada de lo que había hecho, de todo el daño que había acarreado. Le contó como sus amigos, los mismos que aquel día huyeron despavoridos, se habían arrepentido de todo, incluso habían pedido el cambio de centro para no tener que volver a verle. Que por miedo a su represalia habían decidido enterrar todo en lo más profundo de su mente.

Bill no paraba de llorar intentando defenderse, pero el fantasma le puso una mano en la boca quemándole los labios. Continuo contando que todo lo que sabía lo había descubierto entrando en los sueños de los jóvenes, provocándoles unas terribles pesadillas en las que solo lograban decir lo mucho que lo sentían. Y en la mente de uno de ellos encontró la respuesta que estaba buscando. Vio todo lo que Bill le hizo.

Bill no paraba de decir que lo sentía, pero el fantasma le dijo que era tarde. Alzo la mano que tenía libre y la acerco al torso del muchacho. El pijama del muchacho se vaporizó en una llamarada y entonces notó como la mano del ser entraba en su pecho agarrando su corazón que estalló en el acto.

En ese momento el fantasma desapareció, con la misión llevada a cabo.

Por la mañana los padres de Bill lo encontraron sin vida y con el diario en la mano. La madre lo leyó y descubrió el horror que su hijo había infringido a una persona. La depresión hizo mella en ella y nunca más volvió a sonreír.

La alegría salió de esa casa para siempre y nunca más volvió a acercarse a sus moradores.

2 comentarios:

Pater dijo...

tíiiiiiiiiio, con la falta de tiempo ke rige mi vida me lo voy a tomar con calma para leer esta historia... ya la podías haber puesto por entregas, hombre XD

Anónimo dijo...

Ya te digo....lo q hace el aburrimiento.
Tatooo,q los demas tenemos vida y muy ocupada,mira el Pater este,x entregas dice ....juas
Un besito

 
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